No me gustó el primer tiempo de San Lorenzo. A mi entender, dos cosas quedaron muy en evidencia: no funcionó bien el tándem Elías-Maroni, imprecisos en el pase y perdiendo pelotas de espaldas; la segunda, la posición o función de Girotti no le agrega valor al equipo y el jugador no la siente (aún cuando Bareiro fue a la banda un par de veces, el delantero rubio no se halla). Aparte de estas dos situaciones, la dupla Barrios-Braida mermó su nivel de riesgo respecto de otros partidos que le conocimos. Con esas tres situaciones, Huracán fue más en lo que llevó peligro real y también en lo que quedó a las puertas de ser una jugada de riesgo: tuvo la bomba al travesaño y la que el mismo Cóccaro tuvo mano a mano y decidió tirarse a la pileta buscando el penal, pero que se originó en una pérdida de Maroni. El Ciclón sólo tuvo esa patriada de Bareiro que ganó a espaldas de la defensa y Chávez achicó bien, en lo que fue la única desconcentración de la defensa visitante. San Lorenzo se repitió en centros cruzados que nunca llegaron a cabezas con camiseta azulgrana; un cabezazo alto de Hernández y un centro cruzado de Giay los intentos de preocupación.
Gallego otra vez metió mano: Sánchez por Barrios y Leguizamón por Girotti; más libertad para Maroni y más ayuda para Elías. La planificación mostró buenas señales pero duró 8 minutos hasta la expulsión de Hernández por doble amarilla. Antes, aproximación y tiro débil de Maroni, seguida del bombazo de Leguizamón. Y tardó poco en Huracán en ponerse arriba en otra mala salida del fondo, que terminó con el golazo del siete. Y desde entonces, Huracán decidió ensuciar el partido y eligió no jugarlo. Y si llegó San Lorenzo al empate es, simplemente, porque San Lorenzo es San Lorenzo y Huracán es Huracán. Los de Insúa pusieron la cara y la actitud fue otra de la vista en pasados partidos de inferioridad numérica. Otro empate, pero que vale un puñito de festejo.