Hablemos de fútbol, mister.

A 48 horas de empezar el camino de Libertadores, San Lorenzo no atraviesa el mejor presente y Almirón encara el desafío más importante para el que fue contratado.

Negar que la llegada de Jorge Almirón despertaba ilusión sería muy necio. Dejar de ver que no compensó ni el 10% de esas expectativas, también. No aceptar que esta Superliga estaba perdida, otra necedad. Ir últimos tras varios meses de trabajo, difícil de creer. Que desde el 12 de noviembre de 2018 (debut con Vélez 0-0) a esta parte no haya ganado un solo partido es inaceptable e injustificable. Con el  “changüí” de toda la herencia pampeana sin ser contemplada y a pesar de no haber recibido la renovación del plantel que el DT pidió realmente, el presente no debiera ser el que es.

Tras ver en cancha en más de un partido a Rentería y Torres (tuvieron minutos con Independiente/Belgrano/Argentinos y Defensa/CAI/Belgrano, respectivamente) es claro que no pueden ser tenidos en cuenta para la Libertadores. Ni un “Bauza pura cepa” te defiende que el 11 no jugó bien pero hizo el empate contra el Bicho, es malo y vago. Al combo colombiano le agregamos la lesión de Loaiza (distensión muscular), que estuvo siempre, y al desconocido Salazar que juega sólo en reserva de momento. Sin colombianos a la vista para el debut con Melgar al parecer.

Botta y Belluschi, acreedores de murmullos en sus últimos partidos, no se concentraron para Argentinos por lesión (aunque en el segundo caso no era algo de consideración y habría que dilucidar si no hay algo detrás); veremos si vuelven y cómo se llevan con la altura. En todo caso, Román Martínez dejó claro que en el tema de la conducción se maneja muy bien.

Para completar una formación no hay mucho margen de maniobra, el resto sale medio por descarte y repetición de presencias, con el sistema que sea (Almirón no para de probar o cambiar; no es claro si por convicción, por el rival de turno o porque está perdido).

El martes comienza un torneo (copa) nuevo, el primero de Almirón, teniendo en cuenta que la Superliga la agarró empezada y con un plantel corto (o croto, depende quién opine). Esto sí amerita caerle con todo el rigor una vez terminada la zona de grupos, antes no ayuda en nada. Claramente no llega como hubiera querido: la fragilidad de su San Lorenzo, su autoestima nula (lo digo por el equipo) y algunas señales (no salió del banco en todo el 2T del partido pasado) no presagian cosas buenas. Pero, insisto, es una cuenta nueva sin borrón.

Repensando el juego, cito las máximas creaciones de Almirón; a saber: el Lanús que nos sacó a pasear por Núñez y el que jugó la final con Gremio hace un par de Libertadores.

Modelo 2016. Monetti; Gómez (ex Racing), Gómez (Milan AC, el que quería Boca), Braghieri, Velázquez; Román Martínez, Marcone, Almirón; Benítez, Sand y Acosta. 4-3-3

Y más acá en el tiempo, previo a su paso por Colombia, los 11 que paró de local, cuando debía remontar la ida y supone la máxima posibilidad de proponer y ser agresivo. Otro 4-3-3, que es evidentemente su ideal de formación.

@Goal

Mientras sigue mezclando apellidos y tratando de dar con los intérpretes adecuados, marzo empezó con derrota y fondo de tabla. Charlas con el presidente y rival de locación incómoda mediante, allá irá San Lorenzo para Arequipa en vuelo charter mañana a la tarde. Con una ilusión nueva. A la vuelta, Boca. Marzo picante, de definiciones. A la fecha, Almirón torció la hora de entrenar, borró concesiones y flojera, saca y pone jugadores (sin importarle cómo se llamen) pero no gana.

Esta nota, que quiso llamarse “George de la selva”, invita a parar la pelota y mirar el panorama. No hay muchas opciones de pase, es cierto. Los receptores no son de jerarquía, no. Nadie se come el caramelo del «gran mercado de pases», es tocuen. Pero en la copa estamos 0-0, cuervos amigos; procuremos no ir en desventaja desde el humor porque no ayuda a nadie.

“Serás lo que debas ser, o no serás nada”, reza la venta de la señal que tiene los derechos de la Libertadores en guiño a una frase del general San Martín. Bueno pues, señor Jorge Almirón, capítulo uno: Melgar. Hagan sus apuestas.