Un día como hoy en el 2013, en la Plaza San Pedro de la Ciudad del Vaticano, la fumata blanca que salía de la chimenea de la Capilla Sixtina anunciaba para los católicos la elección de un nuevo Papa. Pero no fue cualquier cardenal el elegido, el argentino Jorge Bergoglio, tomó el nombre de Francisco y desde su inicio hizo más popular el país “del fin del mundo” y su amado club de fútbol “San Lorenzo de Almagro”.
Nacido en el barrio de Flores, Bergoglio nunca ocultó su gusto por el fútbol y su pasión por San Lorenzo, conoció el barrio de Boedo de chico de la mano de su padre, quien practicaba básquet en las instalaciones del viejo Gasómetro de Avenida La Plata.
«Que gane San Lorenzo», fue el deseo que pronunció ante las cámaras en una de las primera recorridas por la Plaza San Pedro.
El 2013 fue un año bisagra para el Ciclón. En 2012 había jugado la promoción con Instituto de Córdoba, para mantener la categoría. Y en esa resurrección el cuervo, de la mano de Juan Antonio Pizzi, empezó a mejorar, a ganar partidos y logró cerrar el año siendo Campeón del Torneo Inicial 2013, con una “milagrosa” atajada de Sebastián Torrico a Agustín Allione, cerca del final del partido en Liniers, que impidió el gol que hubiera significado el título para Vélez.
En aquella oportunidad los directivos de San Lorenzo viajaron a Roma, para llevarle al Papa la camiseta del Campeón, que los recibió en la repleta Plaza San Pedro, y expresó “acá está la delegación de mi querido San Lorenzo de Almagro, que viene de salir campeón”. En aquel encuentro seguramente le pidieron a Francisco la Libertadores…
En el primer semestre del 2014, ya con la dirección técnica de Edgardo “Patón” Bauza, San Lorenzo iba en busca de conseguir el trofeo continental que tanto anhelaba: La Copa Libertadores de América.
El equipo estuvo al borde de la eliminación en fase de grupos, se clasificó con dramatismo. El partido que se disputó en el Bajo Flores entre San Lorenzo y Botafogo definía todo. A su vez, dependía del encuentro entre Independiente del Valle ante Unión Española, que terminó 5 a 4 y obligaba al Ciclón ganar 3 a 0 para no quedar tercero por menor cantidad de goles a favor. Piatti anotó ese tercer gol acompañado de la “suerte divina” ya que ocurrió en el minuto 88 que en la quiniela es «El Papa». Finalmente, el cuervo se clasificó a los octavos de final como el anteúltimo de los 16.
En la segunda fase se vio lo mejor de esta campaña. En octavos con Gremio 1-0 de local y de visitante, lo que llevó a la definición por penales, en Porto Alegre apareció San Torrico, para detener dos penales en la definición; fue 4-2. En cuartos Cruzeiro se llevó del Bajo Flores una derrota ajustada (0-1). Y en tierras brasileñas el resultado final fue 1 a 1. En semifinal el Ciclón aplastó a los de Bolivia de local (5 a 0) y viajó confiado a la altura de La Paz, donde cayó 1 a 0 sobre la hora.
El partido de ida de la final en Paraguay ante Nacional terminó igualado 1 a 1. Todo se definía en casa y desde Roma, se esperaba la ayuda papal, la del hincha y socio con más fe para lograr la consagración. En el colmado Nuevo Gasómetro, sin el papa Francisco presente, pero con miles de almas cuervas, San Lorenzo ganó 1 a 0 con el gol de penal de Néstor Ortigoza.
Las promesas se cumplen y nuevamente los directivos y jugadores viajaron a Roma con un solo propósito: llevar la Copa, la camiseta y Torrico le dejó los guantes de la hazaña. El Papa hizo un lugar en su agenda para recibir en una audiencia a algunos de los protagonistas de aquella gesta: Lammens, Tinelli, Bauza, Torrico, Julio Buffarini, Juan Mercier y Bernardo Romeo (manager).
El “efecto Francisco” había producido un cambio notable en el espíritu del club. Como así también en los turistas, las celebridades o los deportistas que arriban al país. Al tenista Novak Djokovic le quisieron regalar la camiseta de otro club grande y la rechazó: “Quiero la del Papa Francisco”, fue su respuesta.
Recientemente, Francisco confesó que sus días transcurren alejados de la TV y de los consumos masivos, su espiritualidad lo abstrae de todo ello con una única excepción: su pasión por San Lorenzo.
¡Te esperamos en Boedo Francisco!